Ya han pasado más de 20 años de aquella primera final de Copa de Europa que ganó Hiddink. Un PSV muy conservador, consciente de sus limitaciones y sabedor de sus virtudes, se plantó en semifinales y eliminó a uno de los mejores Real Madrid de toda la historia. Un jovencísimo Ronald Koeman, Eric Gerets (el hoy entrenador del Marsella), Soren Lerby y Wim Kieft eran los pilares de aquel equipo. Luego le recuerdo en el Valencia, practicando un fútbol más vistoso y menos especulativo, con Lubos Penev y Fernando, como directores de aquella orquesta. Aquel buen recuerdo de fútbol rápido y ofensivo le llevó al Real Madrid, dónde sinceramente no demostró toda su valía. Y a partir de ahí es cuando empieza a consolidar su fama de entrenador de selecciones con garantías de éxito. Corea del Sur, Australia y Rusia. Equipos físicamente muy fuertes, con una mentalidad hiperpositiva y una sobremotivación han sido el sello de identidad de este holandés. Si nos fijamos, son perfiles de selecciones bajas, dónde no importan demasiado los resultados, conformándose con ver que su equipo evoluciona favorablemente. Pero el problema se plantea en los grandes equipos, dónde las exigencias son máximas, y sólo la victoria se entiende como estilo de vida. Ya vimos que su paso por Madrid no fue exitoso, y ahora en el Chelsea, dónde se le exige llegar nuevamente a la final, deberá demostrar que no sólo es especialista en sacar equipos de selecciones modestas adelante, sino que también está capacitado en dirigir equipos de primer nivel mundial.
Apenas ha introducido cambios tácticos vistosos, pero por lo menos se ha dado cuenta que en Stamford Bridge hay más músculo que técnica, y ahí es dónde se aferra, dado que es la única baza que tiene esta noche para derrotar al FC Barcelona.
FIRMA: DAVID SERRANO
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