Olvidémonos del resultado y hagamos un análisis detenido del partido de anoche entre el REAL MADRID y AC MILAN.
Si no fuera por la musiquita de la Champions, nadie diría que lo de ayer era un partido oficial, entre los dos grandes de Europa. El partido fue, por decirlo de una forma suave, patético. Dos entrenadores tristes, incapaces de motivar a sus jugadores, dos planteamientos abiertos, sin tener en cuenta las reacciones del rival, los dos porteros fallones, los centrocampistas con amplitud de espacios, y los delanteros sin ganas de marcar. Parecía que jugaba la familia del novio contra la familia de la novia. No hubo faltas, ni intensidad, ni entrega, ni lucha, ni nada de nada.
Por parte del Milan, fui incapaz de entender el planteamiento del entrenador. Por eso digo que no nos fijemos en el resultado, que todo lo cura. Leonardo decidió jugar con tres puntas, Ronaldinho, Inzaghi y Pato, cediéndole la posesión del balón al Madrid. Inexplicable. El Gaucho se animó durante unos instantes e intentó encarar a Ramos en varias ocasiones. Pato jugó la primera parte muy lejos del área, como extremo derecho, hasta que desobedeció a su entrenador y decidió pisar el área, acabando de sentenciar a este triste Real Madrid. Seedorf, Pirlo y Ambrosini en la medular. Todavía horas después del partido sigo sin entender este centro del campo. En ningún momento conectaron, en ningún momento manejaron el partido, en fin sin ideas. Mientras, la defensa del AC MILAN, haciendo aguas por todas partes. Espero que ni Arrigo Sacchi ni Fabio Capello vieran ayer el partido, porque les podría dar un ataque a su corazón rossonero. Y como colofón, Platini y Zidane en la grada, y Dida en la portería. ¿Quién dice que ayer no hubo espectáculo en el Bernabéu?
FIRMA: DAVID SERRANO
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